Cástor

Primer cuatromil, un sueño cumplido.


Vídeo:

    Alpes. Alpes. Alpes. Por más que lo repito, me cuesta asimilar que mi cuerpo se encuentre en estas montañas soñadas. Siempre ha sido un objetivo, y se convierte ahora en una realidad. Es una locura. Ha sido una experiencia inolvidable. Gente buena, montaña buena, sentimientos buenos...todo bueno, como no podía ser de otra manera. Ha sido una primera toma de contacto magnífica, y estoy seguro vendrán más y mejores. Ojalá sea así, trabajaré para ello, de la mano de todas las personas que me acompañan y enseñan en este camino tan bonito. Desde aquí se lo agradezco.

Siempre ha sido un objetivo, y se convierte ahora en una realidad.

  El Cástor es una de las montañas más visitadas en el macizo de Monte Rosa, en los Alpes. Su gran altura, 4223 metros, unida a su moderada dificultad, hacen que sea una cima propicia para aquellos que quieran comenzar su andadura en el mundo de los cuatromiles. Además, su bonita, estrecha y afilada arista final provocan en todo aquel que la recorre una enorme emoción y satisfacción.
Bonita, estrecha y afilada arista final.

       En esta aventura, o quizá ya podamos hablar de expedición, me acompañan Miguel, Alejandro, Migueltxo, Izaskun y Carlos. O mejor dicho, les acompaño yo. Ha sido una suerte poder unirme a ellos. Para varios de los mencionados no era su primera experiencia en los Alpes. Entre sus éxitos de veranos anteriores, se encuentran reconocidas cimas como el Breithorn o el Gran Paradiso. Para mí, sin embargo, sí es la primera vez, y como en todos los comienzos, uno debe rodearse de compañeros de cordada con experiencia y dispuestos a ayudarte. Todos ellos lo han sido, así que les doy las gracias, de verdad. 
El equipo al completo.
    
    En esta entrada quedará reflejada la subida al Cástor. Dos días más tarde, alcanzaríamos la cumbre del Signalkuppe, pero eso ya es otra historía, que será narrada en días posteriores. ¡A disfrutar!                                                                                                                            
9 de Agosto
    Tras un largo viaje de 13 horas durante el día anterior, en el que aprovechamos para ver algún pueblico con encanto, y tras una mañana de preparativos con las emociones a flor de piel, llegamos a Stafal.
Lillianes.


Gressoney.
Stafal, a 1825 metros, comienzo de la ruta.

    Es en este punto donde hemos quedado a las 15:00 con los dos guías que nos acompañarán, Jerome Perruguet (el año pasado, con 25 años, ascendió al Nanga Parbat y al K2, nada mal) y Stefano Stradelli (competidor de grandes carreras de esquí de montaña).
 
Con Jerome. Entre los dos sumamos un K2 y un Nanga Parbat.

    Desde Stafal, deberemos subirnos a dos telesillas que nos permitirán ahorrarnos 900 metros de desnivel. Ya se ve el objetivo de mañana, el Cástor, y con él otras conocidas montañas como los Lyskamm, Breithorn, Vincent Pyramid...

El Cástor, el más alto, ensombrecido.

Telesillas para subir. Al fondo, los Lyskamm y Vincent Pyramid.


    Comenzamos a andar hacia las 15:30 por terreno rocoso. El sendero está muy bien marcado por marcas de pintura con el número 9. Las vistas aquí ya son impresionantes. Avanzamos tranquilos, no tenemos prisa, pues el trayecto hasta el refugio únicamente será de unas dos horas y de 700 metros de desnivel. Terminado ya el tramo de  grandes rocas, comienza una parte más entretenida de vía ferrata. Las cuerdas, las clavijas y los puentes colgantes resultan ser de gran ayuda para progresar, ya que el terreno es bastante escarpado. Sin ser nada complejo, conviene ir atento. Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos al refugio Quintino Sella, a 3585 metros.
Comenzamos a andar por terreno rocoso.

Cabra montesa.

A la izquierda, el Breithorn. A la derecha, el Cástor.

La vía está marcada con el número 9.

Miguel, subiendo feliz.

Las vistas, con los Lyskamm al fondo, son ya increíbles.

Comienzo de la vía ferrata.

Puentes colgantes.

Las cuerdas resultan ser de gran ayuda.

Quintino Sella, a 3585 metros.

    En el refugio, aprovecharemos para descansar, empaparnos de los conocimientos de los guías, disfrutar de un espléndido atardecer, y cómo no, recargar energías con un riquísimo plato de pasta italiana. Hacia las 21:00, nos vamos a dormir, o a intentarlo por lo menos, ya que la ilusión y los nervios están tan latentes que nos será difícil conciliar el sueño.

Magníficas vistas desde la habitación.

Disfrutar de un espléndido atardecer.

Riquísimo plato de pasta italiana.


10 de Agosto
    Que emoción. Tanto tiempo pensando en este día. Tengo ante mí la oportunidad de coronar mi primer cuatromil. Para muchos, los cuatromiles pueden ser montañas como las de los Pirineos pero con un puñado de metros más. Y es verdad, pero a mí ese puñado de metros más me genera una enorme ilusión.
Tanto tiempo pensando en este día.

    Comenzamos a andar con los crampones y encordados a las 05:30. Para quien no entienda qué es eso de ir "encordado", es una técnica que se utiliza en el alpinismo mediante la cual los integrantes de una cordada van unidos por una cuerda, y de ahí el término de "cordada", de forma que si uno de ellos se cae, los demás, con intuición y acierto, son capaces de frenar su caída. Es muy útil para el terreno de hoy, terreno glaciar en el que en caso de que se produjese una caída de un miembro en una grieta, el resto podría impedir el accidente.

Amanecer desde el refugio.

Felices, caminamos encordados.

    Hay algo de luz, por lo que las linternas no son necesarias. Progresamos en silencio, escuchando el sonido de los crampones contra el hielo. Yo no quiero ni hablar. Estoy concentrado en la respiración. Con cada paso que doy, establezco mi "récord" personal de altura. No sé cómo va a reaccionar mi cuerpo a medida que ascienda. Es mi mayor miedo. Ojalá no tenga ningún problema. Eso significaría que podría visitar los Alpes en futuras ocasiones.
Escuchando el sonido de los crampones contra el hielo.

    Tras una hora de glaciar, que se conserva bastante bien para las fechas en las que nos encontramos y sin grietas, la pendiente aumenta, como lo hace también la magia del paisaje. El sol aparece lentamente, y nos muestra las grandes montañas con las que uno sueña desde pequeñito. Mont Blanc, Cevino... imposible no desviar las miradas hacia ellos. Quizá algún día... Pero ahora estoy en el Cástor, y es en él en el que tengo que enfocar toda mi atención. 
Tras una hora de glaciar, a 4000 metros.

    Tenemos en este momento ante nosotros la cuesta más pronunciada del día. Tras 20 minutos, conseguimos superarla. Lo que vemos a continuación ante nosotros es de una belleza superlativa. Una hermosa arista, que comienza siendo ancha para poco a poco estrecharse, nos da acceso al FelikHorn, al Felik y al Cástor. Probablemente, ni los aldeanos de los valles italianos sepan que el FelikHorn y el Felik gozan de existencia. Sin embargo, en los mapas aparecen, y como de momento no estoy como para desechar cuatromiles, los menciono jeje.

Ante nosotros, la cuesta más pronunciada del día.

Jerome, alcanzando la arista.


Comienzo de la arista.

    La arista es impresionante. No es difícil técnicamente, pero sí estrecha, por lo que conviene prestar mucha atención. Y con el viento que hace, el más fuerte que he visto nunca, aún más. Y así, lentamente, llegamos tras media hora por el filo de la montaña al Cástor, el objetivo del día. ¡¡¡Cumbre!!!! ¡Mi primer cuatromil! Tanto tiempo, ilusión y esfuerzo dedicado a ello, tanto mío como de gente que me rodea, y por fin ha llegado. Siendo sincero, pensaba que llegaría más tarde, así que muy feliz. Es muy gratificante ver que poco a poco se va avanzando en el mundo de las montañas. En cuanto a problemas por la altura, ninguno, resultando ser esto un alivio.
El filo de la montaña.
¡Cumbre!

El equipo, feliz, a 4223 metros.

    Las vistas son increíbles. Ojalá fuese como en el Pirineo y supiese reconocer más cumbres, pero viendo el Eiger, Cervino, Mont Blanc, Gran Paradiso, Lyskamm, Polux, Dufour... estoy más que satisfecho. Es realmente un sueño observar con tus propios ojos las montañas sobre las cuales has visto documentales de grandes alpinistas que han hecho en ellas épicas hazañas. Ojalá visitarlas otro año, sería sinónimo de progreso. 

    Los vientos son muy fuertes, así que tras sacar las respectivas fotos, enfilamos la elegante arista. Tras finalizarla, bajamos a ritmo rápido las pendientes del glaciar y aproximadamente a las 10 de la mañana, llegamos al refugio, donde recargamos energía y compartimos lo vivido en la mañana de hoy. Todos comentamos la suerte que tenemos por estar donde estamos y por ver lo que hemos visto.
Enfilamos la elegante arista.
Bajamos las pendientes del glaciar.

Compartimos lo vivido en la mañana de hoy.
La suerte que tenemos por estar donde estamos.

    Tras un breve descanso, recogemos todas nuestras pertenencias del refugio y desandamos lo andado en el día de ayer, primeramente resolviendo la vía ferrata y finalmente recorriendo los canchales de roca grandes. Así, a las 12:30, llegamos a coger el último teleférico disponible, el cual nos deja en Stafal, donde aprovecharemos para tomar algo y compartir con la mejor compañía posible lo vivido en la mañana de hoy, una mañana llena de alegrías, de montañas soñadas y de objetivos cumplidos.
Desandamos lo andado.

Llegamos a coger el último teleférico disponible.

    Gracias desde aquí a Miguel, Alejandro, Migueltxo, Izaskun y Carlos, porque me habéis permitido vivir esta experiencia; gracias a la montaña, simplemente por existir; y gracias a vosotr@s, por todo el apoyo y por leer hasta aquí. Gracias de verdad.

¡Un abrazo montañero!
 
¡Hasta la próxima!




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