Vía de hoy, mi primera pirenaica :) |
El pico Aspe, con una altitud de 2645 metros, se encuentra en el bonito y poco concurrido valle de Aísa. Son varías las vías que conducen a los montañeros a su cima: la vía normal, la "Arista de los Murciélagos", la "Anaya", la de "Los Navarros", la "Subterránea"...Esta última será la opción elegida y la protagonista de hoy.
En esta ocasión será Diego el que me acompañe, un gran apasionado de la montaña, además de un gran amigo. Le agradezco enormemente desde aquí su confianza y su paciencia, en la que ha resultado ser mi primera vez escalando en el Pirineo.
Comentaba hace días que desde muy pequeño admiraba a tod@s l@s escalador@s que estando yo en la cima de una montaña tras haber accedido a ella andando, asomaban la cabecita apareciendo de paredes y cortados que jamás hubiese pensado que pudiesen ser transitables. Hoy, era yo mismo el que asomaba la cabecita. Un SUEÑO en mayúsculas. Ir dando pasitos en este mundo de montaña que tanta felicidad me da y tan feliz me hace ser; no saber si catalogar esta entrada en el apartado de rutas o de escalada; mezclar lo que siempre he amado y amaré, la montaña, con mi nueva pasión, la escalada... Como digo, un sueño, y aquí estoy hoy para contároslo.
La vía elegida es la "Subterránea" del Aspe, abierta por Luis Royo y Julio Benedé. Está bien equipada con parabolts. Son nueve los largos que la componen, siendo el de mayor dificultad técnica el tercero, de 6b. Sin embargo, es el primero el que le da el nombre a la vía, ya que discurre por el interior de la roca, una locura.
Croquis de la vía. |
Comenzamos a andar a las 8 de la mañana. Por delante, hora y media de aproximación y 800 metros de desnivel a ritmo rápido, acompañados de Aimar y Paula. Son amigos de Diego, y hoy acometerán la ascensión al mismo pico por la arista de los Murciélagos.
El sendero es evidente y fácil de seguir. Tras media hora, deberemos girar a la derecha abandonando la ruta normal, en dirección a Lecherines. El camino entonces se vuelve menos intuitivo, y los canchales van tomando protagonismo. Tras 45 minutos de constante subida, nos despedimos de Aimar y Paula y ascendemos la pedrera que da acceso a la vía de hoy.
Comienza el día. |
Abandonamos la vía en dirección a Lecherines. |
Al fondo, la "Arista de los Murciélagos". Iluminado, nuestro objetivo, siendo visible la entrada de la cueva y su respectiva salida. |
Una vez en la entrada de la cueva, observamos que tenemos dos cordadas por delante, por lo que nos tocará esperar dos horas. Y aún detrás nuestra vienen otras dos. Bueno, pues a descansar.
Ya es nuestro turno. Será Diego quien abra (espero que Joselu, mi profe de escalada, no lea este término jeje) todos los largos. El primero, de V+/6a, discurre por dentro de la montaña, como si de espeleología se tratase. La roca está húmeda y resbala, pero es una pasada de largo, que exige posturas diferentes y lo mejor de uno mismo.
Una vez ya fuera de la cueva, el ambiente aumenta. El segundo largo, de V+, lo empalmamos con el 6b. El V+ es una especie de diedro chulo. El 6b, en donde los pies brillan por su ausencia, se escala en bavaresa. Tiene un primer paso con invertidos y un pie muy resbaladizo (en el cual me resbalo, generándome bastante rabia) y un segundo paso de bavaresa con agarres romos y finito.
El cuarto largo y quinto largo (en mi opinión, el menos disfrutón), de V y IV respectivamente, no tienen tanto ambiente y se progresa entre roca y hierba, con una sucesión de diedritos bonitos. Para ahorrar tiempo, Diego empalma los dos.
A partir del sexto largo, la caliza desaparece para dar paso a la roca arenisca, y con ella llegan los largos más increíbles de la vía. Los diedros verticales son los protagonistas, y por debajo, ambiente del bueno. Ambiente al que me enfrentaba con inseguridad y que era mi mayor incertidumbre antes de sumergirme en esta aventura, pues no sabía si mi cabeza reaccionaría bien ante él, y que ha resultado ser un atractivo y una de las razones que más me han hecho disfrutar. Realmente son dos largos muy bonitos, y más aún yendo de segundo jeje.
Diego, disfrutando de lo lindo. |
La vía, como se aprecia, protegida con parabolts. |
Progresando en el cuarto largo. Feliz. |
El ambiente va creciendo. |
Bonita fotografía. Collarada, al fondo. |
El penúltimo y último largo, ambos V, tampoco se quedan atrás. Los diedros continúan, y exigen a uno dar lo mejor de sí mismo. El patio es espectacular. Son largos muy chulos, en los que solo disfruto. Veo que estoy donde siempre he querido estar y haciendo lo que quiero hacer. Se me pone la piel de gallina, y no precisamente por el frío. Ver ese progreso, ver que cada vez las actividades a realizar se van pareciendo más a las que uno lee en libros o ve en internet, es pura magia. Gracias desde luego a tod@s l@s que me permitís avanzar en este mundillo, de verdad.
Tras finalizar los largos, dar por terminada la vía y guardar la cuerda, aún quedan 20 minutos de arista de trepadas y destrepes de III grado que dan acceso a la cima. Finalmente, alcanzamos el punto más alto, los 2645 metros, tras hora y media de aproximación y casi 4 horas de escalada. Muy felices. Las vistas son increíbles y el tiempo nos permite disfrutarlas. Aprovechamos para comer. Diego tiene choricico de Salamanca, cómo lo disfruta. Yo, en cambio, un bocata con pan de ayer y chorizo del súper, pero igualmente sabe a gloria.
Tras descansar y sacarnos las respectivas fotos, comenzamos andando el descenso, el cual discurre por la ruta normal del Aspe. Primeramente las pendientes son considerables, para dar paso a una preciosa zona kárstica con numerosas cimas. Posteriormente, alcanzamos el valle y tras una hora y media desde la cima, llegamos al coche, donde nos esperan Aimar y Paula. Detalle bonito y que se agradece, y si viene acompañado de nocilla y chocolate, mucho mejor.
Así termina un día inmejorable, soñado durante años, en el que la escalada ha sido el medio para alcanzar una cima. No habría sido posible de ninguna de las maneras sin Diego, así que muchas gracias de verdad, de verdad de la buena. Y gracias también a vosotr@s por leer hasta el final, nos vemos en la siguiente aventura.
¡Un abrazo montañero!
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