Día 3 Después de desayunar y preparar las mochilas, comenzamos a andar a las 08:00 con el objetivo de ascender el Vallibierna (lleva años en mi lista de pendientes) y si es posible, cruzar el paso del caballo para alcanzar el Pico de Culebras. Hoy iremos a ritmo más ágil, dado que queremos ir a la tarde a visitar a Rafa al hospital y tenemos que volver posteriormente a Pamplona.
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Amanece sobre el ibón de Llauset. Solana de Llauset, al fondo. |
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Los primeros rayos de sol. Óscar y Txemi, en el ibón. |
Como no puede ser de otra manera, el día se presenta con nieve bien durita, ni una sola nube y ni un ápice de viento. En lo que a tiempo metereológico se refiere, los tres días impresionantes. Tengo muchas ganas del día de hoy. Físicamente me siento muy bien, sin rastro de dolores en tobillos, rodilla, dedos... Ya era hora. Mentalmente, creo que puedo subir arriba dado que en teoría, la ascensión es más asequible que la de ayer. Además, tras dos días, ya me veo más cómodo en terrenos complejos.
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Vamos dejando el ibón abajo. |
Continuamos caminando. Parece que me haya acostumbrado a los paisajes. Como en la vida, con todo lo bueno, nos acostumbramos rápido. Ahora, en casa, los echo de menos. Los lagos helados, las montañas nevadas, los amaneceres reflejados en los ibones... Mientras progreso, voy admirando los elementos de la naturaleza. En una hora y cuarto, arribamos a los pies del Vallibierna. Por delante, toda una señora pala helada, que termina en un tramo de 45 grados. Los de Corella se encargaron ayer de facilitarnos la tarea al dejarnos huella hecha. Ascendemos poco a poco, cualquier resbalón podría ser un problema. Me concentro en cada paso. Ahora sé que la dificultad no es tan técnica sino psicológica. Lo prefiero. Ya estoy preparado. Así, llegamos a la antecima.
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Aproximación a Vallibierna. Al fondo, Tuca de Mulleres. A su izda, Russell. |
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Nos acostumbramos rápido.
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La pala helada, vista desde arriba. Pablo, abajo. |
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Últimos metros de pala. |
No me puedo creer que sea la antecima, pensaba que ya estábamos arriba. Aun nos queda una afilada arista. Óscar no va a seguir, lo ve complicado. Pablo lo duda pero finalmente viene con Txemi y conmigo. Yo voy nerviosillo, pero les pido que se pongan uno delante y otro detrás, para darme confianza. Donde pone el pie Txemi, que es un genio en estos terrenos, lo pongo yo. Trato de no mirar a los laterales. En determinados momentos, nos encontramos roca, y yo la cruzo de la manera menos ortodoxa, pero igualmente efectiva. Los momentos más sufridos son aquellos en los que ni siquiera se puede andar por el filo superior de la cresta dada su ridícula anchura, y hay que avanzar por la pendiente lateral. Como digo, trato de no mirar a los lados, solo a los pies de Txemi. Así, y paso a paso, llegamos a la cima, tras dos horas y cuarto desde el refugio. ¡Qué enorme ilusión! 40 años más tarde, estoy en el mismo punto en el que estuvo mi padre. Sin duda estos días he notado una gran progresión. Lo más parecido por donde han pasado mis pies es la cresta del Cástor, en Monte Rosa, Alpes. Sin embargo, ni la estrechez era tal ni la nieve estaba tan dura. Estoy tremendamente orgulloso, y se me derrama alguna lagrimilla. Ha habido tensión, pero qué bonito es lo que veo, y que bien que me haya atrevido. Sin duda era capaz, pero la parte mental no me ha bloqueado. Qué feliz.
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Allá vamos. |
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Bueno, mejor hago como que no sé que me están sacando la foto. |
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Pablo, en la arista. |
Progresando por la cresta I.
Progresando por la cresta II.
Progresando por la cresta III.
 La felicidad, palpable en el rostro de Pablo.
 | Quizá el cansancio también jeje. |
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Alcanzando la cima. Siguiendo los pasos de mi padre. |
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¡¡Cima!!
 | El trío calavera.
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Vistas hacia el Posets y Ordesa. |
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En medio, el Aneto. A su izda, Coronas y Maldito. A su derecha, Tempestades y Margalida. |
Txemi nos pregunta si vamos a pasar el paso del Caballo. Yo ni loco. Para eso sí que veo que me falta nivel técnico para hacerlo con seguridad. Pablo tampoco le acompaña. Le esperaremos aquí. Yo nada más verle dar los primeros pasos, me tengo que girar porque no puedo observarle, qué angustia. El paso está parcialmente helado y parece que sus pies flotan sobre el vacío más inmenso. Logra pasar, y tras sacar alguna foto, rehace el camino volviendo sobre sus pasos para juntarse con nosotros. Sacamos las fotos pertinentes de cima y tras pasar la cresta con cuidado, retornamos a la antecima, donde se encuentra Óscar. Desde ahí, los 4 juntos, enfilamos la bajada de la pala. Como he dicho anteriormente, la disfruto más que la subida. Ya en terreno seguro, practicamos la autodetención y comemos algo en un ibón helado que me recuerda a Noruega (la verdad que no he estado en mi vida, pero me la imagino así jeje).
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Txemi, en el paso del caballo. |
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Detalle más preciso. |
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Pablo y yo, desde la Tuca de Culebras.
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Primer plano del paso del caballo. |
Contentos todos por haber cumplido con nuestros objetivos, volvemos al refugio para recoger las pertenencias y desandar el camino del primer día, llegando en 2 horas y media al coche. Tras visitar en el hospital de Viella a Rafa y verle mucho mejor, emprendemos el camino a casa, habiendo disfrutado un montón, habiendo aprendido lo inimaginable y ahora ya sí, y como dijo Roger Baxter-Jone, "regresando vivos, regresando como amigos, y regresando con cumbre, en ese orden".
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Descendiendo la pala. |
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Han sido 3 días magníficos. |
Pd: Gracias Rafa por tu ejemplo y lucha; gracias Pablo por todas las enseñanzas y humor; gracias Alberto por tu manera de ver la montaña y la vida; gracias Óscar por tu infinita generosidad; gracias Txemi por una vez más, llevarme de la mano por los sitios que siempre he soñado, y gracias a ti, por leer hasta aquí, de verdad. Nos vemos en la próxima aventura, quizá aun por aquí, quizá ya en Bolivia. Quién sabe.
¡Un abrazo montañero!
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Quizá por aquí, quizá ya en Bolivia. Quién sabe. |
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